lunes, mayo 22, 2006

Alter de cine: El Código Da Vinci.


País: USA.
Año: 2006.
Duración: 149 minutos.
Género: Suspense, Thriller.
Dirección: Ron Howard.
Guión: Akiva Goldsman.
Producción: John Calley, Brian Grazer.
Fotografía: Salvatore Totino.
Música: Hans Zimmer.
Estreno en España: 19 de Mayo de 2006.
 
De haberme pasado los últimos 4 años fuera del planeta tierra, ajeno totalmente al fenómeno Código Da Vinci, quizás podría haberme sorprendido en el cine, el día del estreno, al desconocer por completo el misterio que se desvela al final de la trama, y quizás mi crítica a esta película hubiera sido distinta y mi opinión muy diferente. Quizás. Nunca lo sabré. Lamentablemente estos últimos 4 años sí que he estado viviendo en este planeta, por lo que ya me sabía de sobras cual era ese tremendísimo secreto que no debía ser revelado y que, supuestamente, haría que se tambaleasen hasta los mismísimos cimientos de la historia. Me hace muchísima gracia el pudor y el recato que se tiene en internet a la hora de hablar de una película, para evitar en todo lo posible el desvelar por un desliz el final de una historia, en comparación con la total falta de vergüenza que tienen los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio y televisión) a la hora de destriparte con pelos y señales cualquier película o novela. ¿Se imaginan acudir al estreno del Sexto Sentido conociendo de antemano la sorpresa final? Menudo coñazo de película hubiera resultado, ¿verdad? Pues justamente esto es lo que me ha pasado a mí con El Código Da Vinci. ¡Qué tostón!¡Madre, qué tostón!
 
Vayamos por partes. Tenemos un misterio y tenemos la solución a ese misterio. ¿Qué nos queda entonces para interesarnos por la película? Pues nada más y nada menos que la propia película en si misma. El relato de la búsqueda de la respuesta a ese enigma. La búsqueda del tesoro. La búsqueda del Santo Grial. Y si el buscador hubiera sido Indiana Jones, los espectadores ya sabríamos de antemano que esa búsqueda iba a resultarnos fascinante de ver y emocionante de contemplar, puesto que estaría llena de peligros, trampas y enemigos. Sabríamos que nos lo íbamos a pasar en grande, independientemente de que lo que buscase Indiana fuese el Grial, el Arca de la Alianza o la sandalia de esparto que Jesús perdió por Galilea. Lamentablemente Robert Langdon no es Indiana Jones y Ron Howard desde luego no es Steven Spielberg. ¿He dicho ya qué el Código Da Vinci es un tostón de película? Pues lo repito: ¡Qué tostón! Todo se limita a contemplar como Robert Langdon se pasea por París y Londres aburridísimo de tener que enfrentarse a enigmas de los que ya se sabe la respuesta puesto que, mucho nos tememos, él también se había leído antes la novela (como todos) y ya sabe como acabará (con muchos millones de dólares el día del estreno). En esto último, no ayuda mucho a motivar al espectador la abúlica interpretación de Tom Hanks, que da la impresión de estar a punto de morirse de puro aburrimiento por tener que recitar a desgana unos diálogos tan rematadamente malos. Su interpretación podría resumirse así: “Hola, soy Robert Langdon. Me he dislocado un hombro, me han disparado y estoy sangrando, pero aunque pueda parecer lo contrario, estoy aburriéndome mucho.” Tampoco ayuda la interpretación de Audrey Tatou, que se pasa toda la película descolocada, completamente fuera de lugar, preguntándose que leches hace ella en una superproducción de Hollywood. Ni siquiera el resto del reparto hace lo más mínimo por salvar los muebles. Al verlos uno tiene la impresión que todos ya saben que van a sacarse un pastón independientemente de si su interpretación es magnifica o pésima, por lo que se dedican a la ley del mínimo esfuerzo, limitándose a recitar sin poner el más mínimo entusiasmo en la interpretación. Ni siquiera en el momento culmen de la película cambian los actores el chip aburridor. El clímax resulta totalmente anticlimático. Cuando Tom Hanks nos descubre al final el dichoso misterio da la impresión de que estuviera dando clase a un montón de universitarios hastiados, que no prestan la más mínima atención a lo monótono de su discurso.
 
Da grima ver como de un material tan a priori interesante ha podido salir algo tan rematadamente falto del más mínimo interés. ¿Y esto era lo que alarmaba tanto a la iglesia católica? Pues que se relajen. No puedo evitar pensar que si la iglesia hubiera mantenido la boquita cerrada, este Código Da Vinci habría pasado por las pantallas sin mayor pena ni gloria.
 
Al respecto de la polémica desatada, solo decirles que los planteamientos de Dan Brown resultan completamente risibles. En ningún momento nos dan en la película la más mínima prueba que demuestre que nada de lo que se afirma sea remotamente cierto. Todo se basa en conjeturas, leyendas e hipótesis fácilmente desmontables por un historiador serio. Aunque supongo que quizás sea esto último lo que haya escocido tanto al Vaticano. Qué Dan Brown se haya apropiado de sus artimañas. Engañando al personal al hacerles creer que lo que se dice en un libro es rigurosamente cierto sin aportar la más mínima prueba que lo demuestre.
 
Lo mejor: Nada de nada. Si tuviera que salvar algo sería el debate que plantea la película acerca del papel de la mujer en la religión.
 
Lo peor: Es aburrida a más no poder.
 
¿Cuándo se dará cuenta la iglesia de que al prohibir ciertas novelas y películas lo único que consigue es despertar más interés por ellas?

1 comentario:

  1. "¿Cuándo se dará cuenta la iglesia de que al prohibir ciertas novelas y películas lo único que consigue es despertar más interés por ellas?"

    Como que yo fui sin haberme leído el libro (y odiando a muerte a Tom Hanks ^^U) sólo por hacer-lo-que-no-dice-la-iglesia-que-haga.
    Eah! XDDDD

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